miércoles, 12 de junio de 2013

El encuentro con Jesús

En el post anterior se explicó el que el hombre siempre tiende a hacer el mal, y esto es inevitable. Ahora solo quedan tres actitudes que se pueden tomar al comprender esto: la primera, es la persona que se hará la víctima, el decir ¿yo malo?, por favor, si a mi es al que las todos me odian, ellos son los que me ofenden, etc. Estas personas creen que son mártires en vida, han visto demasiadas novelas en tv, y cosas por el estilo, y empiezan a creer que el Papa debería ir a su casa a canonizarlos.
La segunda es la persona que se autocompadece al leer esto, cree que todo en su vida está mal, y que no tiene remedio, se da cuenta de todos sus errores y se queda paralizado, con miedo y dolor.
La tercera es la mayoría de la gente, ni siquiera le importa, si es malo o bueno, le da igual, él seguirá con su vida, a pesar de todo, y poco le importará hacer una mejora.

Ninguna de estas actitudes es buena, ni saludable. La actitud que se debe tener, es aceptarlo en primer lugar decir: si tengo carencias fuertes, no soy perfecto, tengo errores como todos. En ningún momento debe existir una actitud de soberbia, de decir, yo puedo salir por mis propios medios; siempre debe existir una actitud de completa humildad y disposición, además de paciencia. Aceptar los errores y salir adelante, buscar caminos para un verdadero cambio.

Pero antes veamos varios conceptos del cristianismo católico, lo que se habló en el post anterior de la maldad se le llama pecado, y es algo que todos tenemos en lo más profundo de nuestro ser. El cambio de actitud, el querer salir de esa situación se llama conversión, el aceptar a Jesucristo como único Señor de nuestra vida para sacarnos del pecado se llama fe.

Ya hablamos un poco de pecado y de conversión; ¿pero la fe que es?. Es un acto libre del hombre que se esfuerza en creer las cosas que no ve. ¿Qué son esas cosas que no se ven?. Para empezar no podemos ver el aire, ni nuestro corazón, pero podemos decir que están allí porque los sentimos. De igual forma no vemos ni a Dios, ni sus promesas. Pero lo podemos sentir, este sentir tiene dos fases: la primera es dejar tu vida en manos de Dios, dejas de racionalizar si es bueno o malo dejar tu vida a alguien a quien no ves, pero tienes la confianza de que es tu Padre que está en el cielo, que no te va a dejar caer, que te sostiene como el más preciado de sus hijos, y es en esta confianza que nace la fe.


La fe es un acto de comprensión del otro, es llevar nuestras penas, nuestros sentimientos, emociones, dolores, alegrías, etc, al otro, a Dios, que es nuestro Padre, que sabemos que podemos confiar en él ilimitadamente y por eso confiamos en él, porque después de todo, al ser nosotros limitados necesitamos de alguien ilimitado en quién confiar.
Sólo en la fe se llega a comprender a Dios, es desde ese punto en que lo vemos tal cual es, cuando llegamos a entender su amor, su grandeza, su gloria.
De esta forma la fe llega a su segunda fase: la comprensión, no es un acto irracional de creer en lo primero que me llegue, ni tan solo es puro sentimentalismo, es un constante comprender, un acto que implica a la inteligencia también, se comprende los sentimientos de Dios, su voluntad y su amor en mi vida. Esto es el encuentro con Dios, la forma de comprenderse mutuamente dos voluntades diferentes, y sin embargo tan unidas.
Vemos a un Dios que se interesa por tu vida, que le importa lo que comes, lo que haces y lo que no, que esta al pendiente de ti siempre.
Solo en la fe se vive, porque empiezas a entender que lo que te pasa diariamente no es un acto del azar o del destino, es en primer lugar la gran obra de Dios en tu vida, es el acto de amor haciéndose presente.


Dios no es en primer lugar juez, es Padre, y lo es contigo que te ama, con todas tus limitaciones, pecados y errores. Es por eso que tenemos un motivo real para superarnos, porque somos el amor de Dios hecho carne. Somos creados por el amor, con el único fin de dejarnos amar por él.
El mal es irracional, incomprensible y no tiene justificación, pero Dios es racional, se puede comprender y es amor en acción.
Para qué seguir buscando en tu vida: las respuestas están en él. Ya deja de seguir buscando en otras cosas, solo él es el principio y fin de tu vida. Y si, todas las respuestas están en él, incluso las de lo absurdo del mal.

Esta es la forma de dejarte encontrar por él: dejándote amar por él. Y si, tiene sentido tratar de ser mejores, no porque Dios nos ame más o nos deje de amar, sino que nosotros experimentamos más transparente su amor, más intenso.

Recupera lo que habías perdido y no pierdas más tiempo, por él vale la pena hasta los sufrimientos más terribles.

lunes, 10 de junio de 2013

El misterio del mal... ¿en el hombre?

Hay algunas preguntas trascendentales que se ha hecho el hombre desde que vino a la tierra: ¿De donde venimos? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Por qué estamos aquí?
La mayoría de esas preguntas tienen su respuesta en la auténtica verdad que es Dios mismo, pero hay otras que parecen no tener respuesta racional.

Conforme fue pasando el tiempo el hombre se dio cuenta de que su vida, no era lo que esperaba que fuera, es decir, encontró el dolor y la muerte. Luego fue encontrando otros males aún más graves y más incomprensibles: la injusticia, la enfermedad, la mentira y la manipulación.
De éstos surgió el objetivo real del mal: la desesperanza y la falta de sentido.
Y lo que había de hermoso en la vida se convirtió en algo secundario y hasta surrealista.



La existencia del mal es un misterio que no se puede resolver con simples razonamientos. Es una prueba de la fragilidad del hombre, una prueba de que su existencia siempre está amenazada por fuerzas que desconoce.
Por mucho que parezca parecer erróneo, pero el misterio del mal está ligado íntimamente al misterio del hombre. No es que el hombre sea malo por naturaleza, pero lleva la debilidad en su carne, lo que quiere decir que siempre estará amenazado por lo que le rodea.

Sin dar tantos rodeos podemos decir que el hombre tiene en sus entrañas el mismo misterio del mal encerrado. Y que lo único que existe para liberarlo es la misma presencia de Dios, pero antes tiene que pasar por un proceso de “cambio de corazón” es lo que se conoce en el cristianismo como conversión. La conversión sólo puede ocurrir por dos razones: la primera es cuando se ve amenazada la seguridad temporal del hombre y su existencia se encuentra al borde de la nada, es decir, ve cuán pequeño es su universo y descubre que su existencia se está desmoronando y por primera vez recurre a una fuerza ajena a él mismo: el alcohol, la pornografía, el sexo, la droga, el juego, o en el mejor de los casos ayuda. Si busca acercarse a Dios, que es la verdadera esperanza, tendrá un encuentro verdadero con Jesús y su vida cambiará.

La segunda es cuando se tiene un encuentro con el Señor Jesús; ésto también se da en el primer caso, solo que en este no es necesaria una catástrofe o crisis para hacer cambiar al hombre.

Si el misterio del hombre está aferrado al hombre, eso quiere decir que no existe nada que lo haga “bueno”, vamos a pensar en un avión que no puede sumergirse en el agua, o en un barco que no puede volar. Así es el hombre, no puede hacer el bien. Que fuerte suena, pero es la realidad, cuando se hace un bien es más superfluo que una conversación sobre quién ganó el partido de ayer.

El hombre por alguna razón está incapacitado para hacer el bien, sólo se busca así mismo, y así, todo el bien que haga está en proporción al bien que me genera a mi mismo.
Sólo necesitan observarse un poco, y verán que realmente no están buscando la satisfacción del otro, sólo se buscan en el otro.
A veces ni eso, se hace el mal y punto. Se siembran problemas que no existen, se busca arruinar la paz del compañero haciéndose el chistoso, se busca ligar a la chava más guapa para tener sexo, se busca llegar al primer lugar de una carrera para satisfacer una herida causada de la infancia, etc.
Me van a decir que eso no tiene nada de malo, que eso es normal, pero no, la verdad es que si eso fuera normal el mundo sería perfecto con sus “errores” y no lo es.
Porque esos errores al hacerse, dejan a la persona a merced de sus pasiones, que son la fuente del mal, cada vez que la persona “sacia” su necesidad de ego, diciendo un chiste que ni al caso para hacer sentir al otro mal, le está dando alimento a esa fuente y se va haciendo más grande. Y mientras más grande, la persona más terrible se vuelve, hasta convertirse en un depredador ¿por qué?: porque necesita alimentar su fuente de ego para sentirse bien, es decir, cada vez tiene necesidad de hacer cosas más graves (gratificantes), aunque ocultas.


El robar es un mal social, pero no se comenzó robando un banco, a lo mejor sólo el lápiz del compañero. La mentira es un mal social también, pero no se comenzó manipulando a un país entero, se comenzó diciendo a la mamá que ya se bañó y no es verdad.
La injusticia es el mal del pueblo, pero nadie comenzó siendo un tirano en su puesto de gerente, comenzó llegando tarde y siendo irresponsable.
Ojo, si no hacemos un mal más grave, no es porque no tenemos ganas de hacerlo, es porque no tenemos la oportunidad.
Claro que hay gente que no lo haría, aunque tuviera oportunidad, pero es gente que tiene más ganas de salir adelante que el resto.

¿Y esto es el mal? ¿que no tenía que ver con bombas atómicas estallando en Hiroshima? ¿O con el narcotráfico y la violencia en México? o ¿con la muerte de mi perro por mano de mi vecino? Pues esto sólo es el reflejo de lo que hay dentro del hombre, no es menos malo por ser más oculto, están al mismo nivel de maldad.
Qué triste, porque según este razonamiento estamos diciendo que somos tan malos como el que vende cocaína, o como el que trafica armas.
¿Exageración? Si pudieras ver tu alma, no verías un campo de rosas precisamente. Esto es lo peor, no eres consciente del mal que haces diario.
Tan siquiera los que tiran bombas lo saben ¿pero tú, que sólo te dedicas “a ser feliz” y a vivir?.

Entonces una vez más, el mal no se quita siendo bueno, no se puede desarraigar del humano, la única persona que lo puede desinfectar es Jesucristo.
El encuentro con Jesucristo es la única forma de tener una verdadera conversión.
Bueno y ¿como es un encuentro con Jesucristo?. Primeramente tienes que reconocer que eres incapaz de hacer algo bueno por ti mismo, tienes que comprender, que eres por debilidad malo, no porque quieres serlo, sino por incapacidad de ser bueno, que conste.
Una vez reconocido, esto te será mucho más fácil tener un encuentro con Jesús, que es la fuente de todo bien.
Bien, es todo por hoy, en el próximo post voy a explicar en qué consiste éste encuentro con él.

A propósito, hay una novela que me gusta muchísimo que se llama “El señor de las moscas” que habla del mal. Es muy interesante ver que los niños que vivieron en la isla estaban sin “moldear” por la sociedad, es decir, en apariencia eran puros por ser inocentes, pero el mal apareció de la “nada”.
A sacar sus propias conclusiones...